Respeto profundamente al compañero Andrés Pascal en toda su dimensión política y personal, así como su trayectoria y aporte al desarrollo de la izquierda revolucionaria en Chile, pero esta vez paso. Ni siquiera estoy completamente seguro de que no tenga la razón en muchos sentidos. Simplemente, con los años, he ido perdiendo mucosa intestinal y ya no tengo estómago, ni paciencia, ni ganas, como para digerir un constructo tan sofisticado, tan complejo, tan elaborado.

Ya no tengo tiempo ni interés en hacer cosas que a simple vista son absolutamente contradictorias con el objetivo que decimos buscar. En otras palabras, a mí nadie me va a convencer que para subir el Aconcagua primero es necesario excavar.

No entiendo qué quiere decir exactamente Andrés con eso de “perder el voto”. ¿Estará hablando de la probabilidad de ocurrencia de un evento en el nivel de la física clásica, algo como que el voto se cae accidentalmente de la urna o se le queda en el taxi al tipo encargado de trasladar los papeles desde los locales a la sede del Servicio Electoral?.

En estricto rigor, si voto por Arrate o por Troncoso o por Soto, todo indica que quedará registrado que a lo menos hubo una persona que marcó esa opción, lo cual constituye, desde ya, una señal. Si otras personas hacen lo mismo, esa señal será más intensa. O sea, el voto no se ha perdido.

Quizás el tema de fondo sea otro. Tengo la sensación de que Pascal piensa que votar por Arrate es una renuncia a lo que percibe como una cierta probabilidad de que Marco y sus amigos ganen la elección y accedan al “Poder”,
esa curioso símbolo de completitud fálica que si uno lo mira con atención, es absurdo, es infantil. Es más, si Marco obtuviera el 99 por ciento de los votos, tampoco pasaría absolutamente nada importante.

A estas alturas, me importa un comino “perder” mi voto.

En ninguna parte, en ningún lugar, el amo de ayer y de hoy va a permitir que algo o alguien que de verdad se disponga a realizar las transformaciones imprescindibles para que la vida no sea una pesadilla colectiva, acceda al poder real. Jamás se ha escuchado o se va a escuchar al amo decir: ah, usted ganó las elecciones, haga lo que tiene que hacer para que se produzca la equidad y se materialice la dignidad que usted anunció en su discurso. Eso no va a ocurrir. O por lo menos no va a ocurrir así.

Ellos han construido un paraíso a su medida. Jamás van a ceder en nada realmente importante, no van a entregar nada que no provenga de un recipiente de producto cosmético.

No hay votos perdidos en una elección que ya está perdida, que no es real, que no existe, que no es más que un juego para ver a quién le toca el turno de ocupar determinadas oficinas.

Les regalo mi voto perdido.

Mauricio Feller

www.cuadernosdelargonauta.blogspot.com

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